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miércoles, 30 de agosto de 2017

Mi país y sus paisanos

Mi país es tan lindo... "Uruguay nomá!", "Que no ni no", "Vamo' arriba" y otras expresiones que le dan color a la rutina del Oriental promedio. Tenemos un país tan bueno, con cosas tan únicas como buenas, con sus pro y sus contras pero un precioso lugar para vivir.

Las llanuras, la vegetación, las cuatro estaciones, los animales... la carne! Todo lo que tenemos es bueno porque Dios así lo quiso. Pero tenemos un problema en mi país. Algo que opaca todo lo que pudiéramos apreciar, y esto es nuestra mentalidad de Uruguayos.

Inconformes, quejosos, pesimistas, incapaces de valorar, detractores de ideas, poco satisfechos, limitadamente agradecidos... Y podría seguir la lista porque somos muy así, críticos. Nuestra miopía para ver lo bueno tiene que ver con la mentalidad tan "posguerra" y negativa que acarreamos. No disfrutamos de lo que tenemos porque pensamos en las imperfecciones y nos concentramos mucho en lo que falta. Nadie, por mas esfuerzo que haga, nos va a quedar bien, siempre hay algún cabo suelto por el cual logramos criticar, un posible problema por el cual no hagamos o no recomendemos a otros hacer las cosas o digamos "pudo haber salido mejor".

Es nuestra cruz. Parte del folklore del paisito. Un valor arraigado en la cultura. Una costumbre mala, pero nuestra. Y de alguna manera debería de cambiar. Los cristianos de mi país se olvidan que hay que contentarse con lo que tenemos, olvidan que debemos pensar en todo lo bueno, todo lo justo. Olvidan que Dios les dijo que se alegren (regocíjense) en la obra de Sus manos. Y eso nos hace desagradecidos, faltos de humildad, poco dados a la crítica constructiva, sin propuestas, en fin... Nos ponemos el palo en la rueda a nosotros mismos. Porque al final, no somos agradecidos ni fieles en lo poco que El nos dejó, y entonces, cómo seremos fieles si nos da más? Siempre "en la chiquita" (pocas pretensiones) y nunca conformes con lo que se tiene y eso no le trae gloria a Dios para nada, sino que parecemos del mundo, vendados los ojos para no ver lo que El hace por, en y a través de nosotros y de los hermanos, a los cuales les buscamos "la quinta pata" cuando ni nosotros soportaríamos que nos hagan lo que hacemos a ellos.

Ojalá un buen día los hijos de Dios puedan destacarse, no por dar palos ni por "cortarle las alas" a la gente sino por justamente lo contrario, marcar la diferencia en la actitud, tener palabras de aliento, apoyar iniciativas, acompañar a los necesitados y no quejarse sea cual sea la situación. Si no nos gozamos con lo que tenemos hoy, por qué esperar a tener mas mañana? Cambiaría en algo nuestro corazón eso? O seguiríamos desconformes porque siempre queremos un poco mas?

Sigo pensando...

sábado, 5 de agosto de 2017

Simón el brujo y la iglesia de hoy

Con unos amigos hace un tiempo estamos leyendo el libro de Hechos y viendo el principio del cristianismo, como surgió y se desarrolló. Estamos siguiendo a Lucas y su relato como si fuera la primera vez leyéndolo.

En todo el libro hay escenas que requieren ser leídas varias veces, con detenimiento y atención. La parte donde estábamos hace unos días era el capítulo 8, cuando Felipe va a Samaria por causa de la persecusión y nos encontramos con Simón el mago (brujo), quien luego tiene un episodio con el apóstol Pedro.

En esta parte algo que me llama mucho la atención, leyéndolo, es que Simón se había bautizado, estaba siguiendo y oyendo a Felipe predicar y viendo las señales que comprueban su mensaje. Luego, la charla con Pedro demuestra realmente por qué Simón estaba haciendo lo que hacía. Por qué seguía a Felipe. Qué era lo que realmente buscaba ganar en toda esta situación y cómo pensaba ganarlo. Ahí entra el dinero, y ahí entra la reacción contraria del apóstol, pero hay mas que eso.

Lo que quiero destacar de ese pasaje es la capacidad de Pedro de poder discernir el corazón de el mago en medio de lo que parecía ser una reacción de "nuevo convertido" (conseguir las cosas a como el solía hacerlo) y las palabras utilizadas para describir la condición interna real de Simón.

Pedro, a través del Espíritu Santo, desnudó el corazón de aquel que exteriormente daba sensación de estar cumpliendo con todo lo que se requería pero en el fondo de su ser anhelaba mas el poder en sí que al dueño del poder.

Y ahora reflexiono y me pregunto si no habrá entre nosotros gente con esas mismas intenciones, con el objetivo de tener dominio sobre otros y no de ser gobernado por Dios, o de figurar haciendo cosas buenas para satisfacer su necesidad de reconocimiento en vez de obrar para glorificar a Cristo. Gente que parece no haber tenido contacto real con el mensaje transformador por distraerse con las señales, que al fin son solo confirmaciones del mensaje.

Cuán escasos estamos de gente capaz y dispuesta a ser usada, como Pedro, para ayudar a otros a traer luz a sus vidas a través del discernimiento que Dios puede entregar, con el fin de ser una voz que restaure, que convenza, que bendiga, que exhorte para poder ver la obra del Espíritu Santo en la vida de sus hijos y alegrarnos en El.

Quiera Dios levantar personas que sean leales a El y capaces de hacer esta tarea en medio nuestro, porque sin dudas, el pueblo de Dios está necesitado de confrontación que lo saque de la modorra y el egocentrismo.