"...sin embargo, extiende ahora Tu mano y toca su hueso y su carne, verás si no te maldice en Tu misma cara». Y el Señor dijo a Satanás: «Él está en tu mano; pero respeta su vida». Entonces Satanás salió de la presencia del Señor, e hirió a Job con llagas malignas desde la planta del pie hasta la coronilla. Y Job tomó un pedazo de teja para rascarse mientras estaba sentado entre las cenizas. Entonces su mujer le dijo: «¿Aún conservas tu integridad? Maldice a Dios y muérete». Pero él le dijo: «Hablas como habla cualquier mujer necia. ¿Aceptaremos el bien de Dios pero no aceptaremos el mal?». En todo esto Job no pecó con sus labios." Job 2:5-10.
Hablando con Ale sobre mi proceso de vida recordaba a la esposa de Job y me vino a la mente este pensamiento. El momento era particularmente complicado y de mucho dolor. La mujer habló desde su frustración (en mi opinión). Había perdido sus ganancias, sus criados, sus hijos... Para poder terminar su etapa de pérdidas y comenzar la del duelo, para no tener más malas noticias y por el dolor acumulado es que se entiende la reacción. Estaba gritando "¡Ya no quiero ni puedo sufrir más, necesito que esto se termine!".
¿A quién no le pasó sentirse así alguna vez? ¿De decir algo hiriente en una situación de angustia? ¿De traer la actitud de nube negra en medio de una situación ya complicada por sí misma? Claros signos de impotencia y frustración que explotan en el momento menos indicado pero nos dan información muy interesante sobre quién se está expresando.
Este es el dolor externo a Job, lo que se dice "daño colateral". Es una pincelada del viaje personal de la esposa de Job en medio de la prueba de su marido, y aunque este pasaje no nos da para armar su perfil ni para catalogarla, sí nos puede dar a entender que cuando Dios permite algo en la vida de una persona, ese proceso también está afectando y removiéndole cosas internas a quienes tiene a su alrededor.
Esto me deja pensando en los creyentes que no se asocian con, o que se alejan de, personas que están en malos momentos, no quieren el daño colateral que supone "estar ahí". Muestran su impotencia y el estado de su propio viaje al no poder acompañar a otros. Ojo, están mostrando lo que "ellos" no pueden hacer y no lo que Dios podría hacer a través de ellos si se dejaran.
No digo que esté mal elegir las batallas, pero no creo que esté bien escaparle a todas. Pienso en "soportaos" (apóyense) unos a otros, oren unos por otros, alégrense unos por otros, anímense unos a otros... Y hay mucho más que se puede hacer. Me hace pensar en salir de la comodidad de mi burbuja, y me inspira compasión por las personas que aún no han entendido el beneficio de hacer "los unos a los otros". Estas cosas no se logran en nuestras capacidades. Deberíamos entender que quien nos da lo que necesitamos para lograr esto es el Espíritu de Dios, son sus fuerzas y su guía. Me parece que estamos queriendo abarcar más de lo que podemos en nuestras fuerzas y depender menos de Dios, quién puede llenar todo.
Esa inclinación de abarcar cosas en nuestras fuerzas es parte de un juego maquiavélico, una trampa diabólica muy bien diseñada para desgastarnos y nunca llegar al verdadero punto, donde la conclusión es que solo dependiendo de Dios y su poder es que vamos a tener la capacidad de vivir. Lo raro es que no nos damos cuenta del engaño hasta que hemos sufrido lo suficiente como para entender que es imposible esforzarse y cumplir las Escrituras. Algunos nunca logran salir de esa encrucijada y repiten el ciclo una y otra vez...
Es que este engaño está muy bien confeccionado, es una máquina bien aceitada, ha funcionado desde que se echó a andar y ha sido perfeccionada con el tiempo. Y es autosustentable en la medida en que las personas lo incorporen a sus vidas y basen su accionar cada vez más en ese mecanismo. Así de bien lo tiene armado el diablo. Así de bien conoce al ser humano. Así de bien lo ha hecho funcionar desde el principio. Y así de desapercibido ha pasado por generaciones.
Por eso es importante descubrir la mecánica del engaño. Conocer los detalles de su funcionamiento. Entender el engranaje de cada pieza que hace que "la máquina del error" se eche a andar, haga siempre el mismo proceso y dé siempre el mismo resultado. Desentrañando este misterio empezaría a abrirse un nuevo camino a la transformación. Habría otra opción, una que no implique el proceso y producto que nos deje, una vez más, agotados y confundidos. Una que, en vez de hacernos daño, desentierre nuestro interior (cubierto curiosamente por el producto de la máquina) y nos invite a participar en la sanidad, a participar en el quiebre del patrón automático establecido por el uso y abuso de "la máquina del error" en nuestro viaje y, en fin, en la resultante liberación del pecado por la acción del Espíritu Santo. Porque esto (lo repito una vez más) no se logra descifrar en nuestro entendimiento. Necesitamos de la intervención de Dios para llegar tan profundo y no desmayar en el camino.
"Si quieren sabiduría, pídale a Dios que la da libremente y sin reproche" (paráfrasis de Santiago). Y esta es la idea que me llega.
Para desarmar esa máquina no solo necesitamos el discernimiento espiritual para descubrir que ésta siempre ha funcionado en nuestro interior sino que también necesitamos sabiduría de Dios para entrarle al asunto, valor para seguir cuando la cosa se ponga difícil, fe cuando no se vea mejoría, gozo en medio de lo complicado que es manipular cables y hacer cortocircuitos involuntarios cada tanto, mansedumbre en esas situaciones, templanza para persistir, benignidad para darnos descansos en medio de la tarea, amor para retomarla, bondad para no apurar los tiempos, paciencia en todo el proceso y paz, sabiendo de que Dios conoce la magnitud de la tarea que estaremos realizando.
Cada cual tiene en su máquina un engranaje distinto. La alimentarán ciertas sensaciones, estímulos o emociones. Se encenderá en situaciones quizás diferentes a las de otras personas. Tendrá su propia cadena de trabajo. Procesará lento o rápido, dependiendo de la circunstancia, pero nunca dejará las cosas por la mitad. Producirá según la materia prima que le den. Consumirá diferentes recursos y agotará los que no se renueven, sin romperse ni inmutarse. Porque "la máquina del error" tiene eso, la única forma de desarticularla y dejarla inoperante es confiando en Dios, buscando ayuda (revisando el manual de desguace y consultando con otros usuarios), poniéndose los guantes y comenzando a escarbar.
¿Qué pensás al respecto?