Bienvenida

Un lugar donde podés leer de todo... Lo que salga de mi mente.

sábado, 23 de mayo de 2020

Los "unos a los otros" y la liturgia hoy

Si, yo fui el que puso en un estado de WhatsApp que las reuniones de iglesia fueran más "unos a otros" que "te digo que decir y hacer", y sigo pensando en el concepto que abarca esa perspectiva.

Desde mi punto de vista la efectividad de las celebraciones donde nos vemos las nucas reside en ver cuántas canas tiene el del frente, si le hace falta hacerse la tinta a la señora o si la calva del muchacho está reluciente o no. Bueno, fuera de broma creo que, si solo nos reunimos a cantar y a escuchar un sermón, nos hace falta la parte corporativa más referenciada del nuevo testamento y la razón más fuerte de ser de la iglesia. Los unos a los otros.

Pablo, Juan, Pedro, Santiago, incluso en los Evangelios se hace un énfasis en lo crítico que es el tema de "los unos a los otros" a la hora de ser iglesia, de estar unidos a la vid, de reflejar la unidad de Cristo con el Padre, de testificar que hay un mismo Espíritu en nosotros.

Ahora, qué cambio hacen las prédicas de "cinco leyes de tal cosa" y los "cuarenta días de tal otra" si no hay un poco de "los unos a los otros" en acción? No dice en ningún lado que los discípulos se reunieron a orar juntos pero por sus propias cosas, sin compartir ni molestar a nadie más. Cómo se iban a enterar los apóstoles de lo que pasaba en las iglesias si no es porque el espacio estaba abierto para compartir? De dónde se sacarían la idea de que había quienes torcían las Escrituras si no había quienes lo hicieran en público? Con qué intención les escribirían a las iglesias indicaciones tan explícitas si no se hubieran enterado de lo que pasaba?

A lo que voy es que, según lo que entiendo de las diferentes cartas, las reuniones eran más "participativas" que el formato estandarizado que tenemos en nuestras iglesias. Ojo, no digo que las celebraciones se vuelvan del estilo "Laura de América" donde cualquiera hace cualquier cosa y no parece haber un orden. Lo que digo es que el sentido magistral y el tipo de liturgia que le ponemos a los cultos tiende a la rigidez, al auto-servicio, a la individualidad y a la búsqueda de satisfacción egoísta más que a "los unos a los otros" (llorar o reír juntos, orar unidos, ver milagros, compartir palabras de Dios, ministrarnos, confesar faltas, confortarnos, confrontarnos, etc).

No digo que el orden esté mal, ni que el mensaje debería ser más corto para llegar a esto, ni tampoco que hay que poner otro día de reunión para enfocarse en algo así. Pero sí digo que somos esclavos de la costumbre, que estamos muy acomodados en este sistema (que solo nos desafía a llegar, cantar y quedarnos hasta que termine la predicación o nos dé hambre) y no estamos llegando a ser y hacer ni la mitad de lo que seríamos como fuerza dentro de la sociedad justamente porque dentro de nuestra "micro sociedad" no nos estamos desarrollando ni creciendo en una forma integral. 

Digo, por qué hay dones sentados? Por qué hay Palabra acallada? Por qué hay sanidades no vistas? Esto no es culpa del pastor ni del manual de la iglesia, esto simplemente refleja que el sistema está tan arraigado en nosotros y a su vez nos sentimos tan amenazados por el cambio que no concebimos hacer otra cosa que esto que "es lo que funciona". "Sacrilegio" comer (o tomar algo) mientras hablan desde el púlpito, "herejía" atender a tu bebé mientras suena la música, "demoníaco" leer la Palabra mientras se está predicando... No se nos estará yendo la mano? No estaremos gastando energías en nimiedades? No será nuestra inmadurez surgiendo en cosas de menor nivel? Ojalá y tuviéramos esa misma impronta pero para hacer "los unos a los otros" cada vez que nos viéramos!

Y así estamos... Esta crisis es un buen momento para redefinir la utilidad, el propósito y la misión de las reuniones de iglesia. Cada cual tendrá su aporte según la luz que busque recibir de Dios. Yo sólo soy un tipo que cuestiona cosas, un loco incómodo, un provocador.

Gracias por tu tiempo.

miércoles, 20 de mayo de 2020

Dándole más perspectiva a la Palabra

Soy de los que cree que la Biblia es una gran carta de Dios hacia sus hijos, donde a primera vista hay historias fáciles de digerir, hay casos cruentos y hay enseñanzas realmente entendibles y aplicables que traen sabiduría al que las sigue.

Creo que una de las cosas que NO es un buen hábito a la hora de exponer la Palabra es centrar todo lo que la Biblia dice en nosotros, nuestra actitud, reacción, carácter, o la falta de. Me explico. 

La Biblia dice "no matarás", y sabemos que obedecer eso es algo bueno, claramente. Quizás lo enseñamos como una ley moral, la justificamos en que a Dios no le agrada y (por si no convencemos a alguien) la justicia de nuestro país condena el homicidio. Eso deja un poco fuera de la ecuación el corazón de Dios al hacer esta ordenanza. Sigo explicándome.

Dios nos hizo para su gloria, no para entretenerse. No nos hizo para morir, el pecado es el que nos mató (sólo que no nos han avisado hasta que llega la luz del Evangelio). Dios odia el pecado. Dios quiere ser glorificado. Ahora, si agarrás y matás, no glorificás a Dios sino exaltás al pecado, exponés la fuerza de tu maldad y no el carácter perdonador del Padre. Dios queda fuera del cuadro, no avala nada de lo que está sucediendo, perdiste una vida hecha a imagen de Dios y te alejaste del diseño original hundiéndote un poco más en la oscuridad que te separa de Él. Dios se duele porque su amor y su justicia no armonizan en esta situación, hay una posición que debe asumir y no es buena para vos, imaginate (si pudieras, de alguna manera) el corazón de Dios.

Después de un ejemplo tan crudo, voy a que si sólo pensamos que todo lo que dice la Biblia es únicamente para formarnos y está dirigido a nosotros, nos estamos perdiendo las perlas del conocimiento. Ver el amor y el carácter, el poder y la misericordia, la omnisciencia, la justicia y la esperanza que están en Dios a través de las páginas de las Escrituras es ir un paso más allá en la comprensión, y de pasada, es salirse del egocentrismo. Y ya al dejar de ser sobre nosotros la perspectiva nos ayuda, la Palabra pasa a ser sobre el Dios que nos salvó, llamó, que nos ama, corrige, nos tiene paciencia, indica su parecer, nos da sus planes (aunque sabe que no los vamos a seguir siempre), nos tiene misericordia, nos busca y quiere preservarnos en Él y para Él.

Una predicación que se basa en mostrar a Dios para enseñarle al oyente "quién" es el hombre es más abarcativa que una predicación apoyada en versículos y que nos enseñe lo que deberíamos hacer o no (llegando al extremo con los famosos siete pasos para algo o las diez leyes de tal cosa). No estoy contra las enseñanzas reflexivas o correctivas para nada, solo pienso que por ver repetidamente la Palabra de ese lado nos perdemos mucho, muchísimo.

Yo creo que cada tramo, historia o proverbio enseña fundamentalmente un costado del carácter del Padre, de Jesús y del Espíritu Santo. Y ese carácter, contrastado con el de los personajes bíblicos, me muestra no sólo mis fallas sino la perseverancia de Dios en querer acercarme a Él. Y todo a pesar de mí.

Gracias por tu tiempo.

miércoles, 6 de mayo de 2020

La invisible pero indudable mano del Espíritu Santo

La invisible pero indudable mano del Espíritu Santo en el ministerio de Jesús es un tema que pocos conversos se han tomado el tiempo de reconocer e indagar. Yo no soy un exégeta ni considero mi conocimiento suficiente pero sí que soy un tipo curioso y con ganas de reflexionar.

Tenemos a Jesús, el Hijo de Dios, quien tuvo una comunión perfecta con el Padre y una sincronicidad (sobre)natural con el Espíritu Santo, y por el otro lado estamos nosotros, queriendo tener esa capacidad de andar en el Espíritu pero sin entender muy bien la parte de la comunión con Dios, nuestro estado real dentro del espectro de la nueva criatura y la adopción como hijos. 

No tenemos bien ubicado el proceso de transformación, ni cómo es, ni cómo se debería percibir. Con esas pautas borrosas es que muchos caminamos a tientas tratando de dejar de hacer lo que antes nos gustaba (sin entender sus implicaciones) para intentar, además de reprimir esto, de hacer cosas que no son naturales en nosotros y nos generan frustración, dolor y sensación de impotencia porque no logramos "controlarnos bajo las nuevas reglas".

Esto nos hace dudar, nos lleva a tratar de acomodar nuestro entendimiento bíblico a nuestra condición de incapacidad y volvemos a intentar hacer las cosas igual para encontrarnos con el mismo escenario una y otra vez como en un círculo vicioso que no nos deja avanzar. Quizás dé consuelo saber que otros están igual y momentáneamente obtenemos calma pero un día llegarán las preguntas "Esto es ser cristiano?", "Cuándo será que Dios va a cambiarme?".

La realidad es que Dios difícilmente nos va a cambiar sin que antes nos conozcamos a nosotros mismos. Pienso que Dios quiere que seamos testigos de nuestra condición inicial antes de evidenciar el cambio. Que reconozcamos todo lo que somos y tenemos que no encaja con lo que Dios quiere poner en nosotros, que se lo entreguemos, que veamos el proceso del Espíritu Santo al cambiar eso en nosotros y luego disfrutemos la libertad del proceso y el resultado con plena consciencia. 

Andar a ciegas en cuanto al proceso de Dios en nosotros nunca será el plan. Es como si cada vez que los discípulos llegaran a escenarios donde Jesús hizo maravillas el milagro estuviera ya hecho, no vieron el antes y tuvieron que creer por fe el después. Se hubieran perdido el contexto y por ende nunca les hubiera entrado en la cabeza el tipo de poder y autoridad que él mostraba.

Hoy nosotros buscamos o pretendemos que Dios nos cambie sin más, no entendemos que incorporar lo que Dios tiene para nosotros no se trata de "magia" ni de oraciones intercesoras caza-demonios o siquiera de ataduras temáticas. Se trata de vernos, reconocer nuestra incapacidad de hacer un cambio agradable a Dios, reconocer que somos hijos por pura gracia y amor, pedir que el Espíritu Santo traiga luz hasta lo profundo (cosa que nosotros no podemos hacer por nuestras capacidades) y darle el "permiso" para operar a corazón abierto, y así dejar de frustrarnos porque "la carne es débil". Pasaremos a ser espectadores activos del cambio, gozar cada avance y no sentir juicio en cada error porque ahora equivocarse ya no resulta en culpa, sino en aprendizaje. Y en esa actitud podemos ver a Cristo en nosotros, al ser compasivos con nuestro proceso interno así como con el proceso de otros.

Cada vez más cerca de entender y andar con libertad en esa relación de padre e hijo, cada vez más sincronizado con lo que el Espíritu Santo está haciendo internamente y, por tanto, reflejando cada vez mas la compasión de Cristo al mundo.

Utópico? No, si empezamos hoy por el principio...