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lunes, 21 de septiembre de 2020

Administradores moralistas... Equivocados.

Cada vez que pienso en las personas que se creen moralmente superiores a la Biblia me preguntó cómo hacen para pensar así de alguien que ni siquiera conocen lo suficiente, sino que con un preconcepto parece alcanzarles para lograr hacerse una idea general y, a partir de esa idea, emitir juicio. Así somos.

Estaba pensando también en la rara inclinación que tenemos los seres humanos de querer ser dueños de cosas que van a trascender a nuestra existencia. Entendiendo que nuestro estado es transitorio, igual nos creemos en la capacidad de poder acaparar recursos como si fuéramos a ser eternos. Otra incongruencia.

La realidad es que desde ese principio donde todo estaba en armonía, el corazón estaba buscando la apropiación. No éramos dueños, más bien siempre hemos sido administradores con aires de patrón. Lo mismo en cuanto a la moralidad y la injusticia. La verdad es que somos producto de lo que el corazón tiene, no tanto de lo que éticamente suponemos poseer como valores.

Pienso que quizás si ajustamos los términos y aclaramos más el panorama vamos a lograr tener luz sobre la situación real de la humanidad. Pero si seguimos ilusos, auto justificándonos o confundidos, la claridad va a sernos algo lejano.

Considero importante aclarar que esa luz no es propia del ser humano. El dueño, quien nos hizo y nos puso a administrar, es el que tiene la luz. Y está dispuesto a darla a quien la pida, sabiendo que eso puede provocar cosas nuevas en la gente que pasa por ese proceso. Esa luz va a traer entendimiento y va a llamar a la acción. La reacción por nuestra parte puede ser evasiva (no querer saber más nada de Dios) o intrigante (quiero saber más), incluso generar tozudez o liberación. Pero no nos deja indiferentes nunca. Ahí está el tema. Cuando te das cuenta de que esa pieza del rompecabezas incómoda, es porque tu paisaje está incompleto. No sos el dueño de las piezas, alguien más lo es.

¿Estás seguro de que sos moralmente superior a otros? ¿Creés que tenés derecho a sentirte Dueño de todo? Pensalo un poco mejor, date cuenta de que no podés administrar ni siquiera tus días. O tus reacciones. O los imprevistos. Capaz por ese lado lo podés entender mejor. En todo caso, el dueño de todo sigue viendo cómo administras sus recursos, vos y yo pasaremos, Él sigue siendo Dios.

domingo, 6 de septiembre de 2020

La máquina del error: Un enfoque filosófico

"No ignoramos las maquinaciones del diablo" escribió Pablo en medio de un conflicto dentro de la iglesia. Darle ventaja al diablo no tiene nada que ver con renegar de tradiciones y tiene todo que ver con no darle espacio a Dios en el ámbito y la situación que sea. Es parte de la función de la máquina del error. No dejarnos ver en qué terreno nos metemos cuando no estamos jugando para Jesús. Y saliendo del plano espiritual, quisiera dar una perspectiva más humanista al asunto.

La máquina del error tiene conexiones a todos los aspectos de nuestro ser. Cerebro, corazón, tripas, también emociones, alma, espíritu, cuerpo, sensaciones y percepciones. Todo esto puede ser (y de hecho está) condicionado al tipo de conexión con este artefacto. Y además tiene como objetivo reforzar esas conexiones con el tiempo y el uso. Es como que el sistema se va arraigando al huésped hasta prácticamente ser la pieza fundamental para cada acción del individuo. 

Uno de los grandes logros de este sistema es el de desarrollarse en conjunto con el huésped. Aunque, siendo honestos, el desarrollo del sistema inhibe el del individuo. Lo cual no siempre es evidente a primera vista dado que los aspectos más damnificados son los más internos. Hay casos donde la máquina "se come al huésped" y las manifestaciones externas son el reflejo obvio del gran desarrollo interno, del trabajo a profundidad y la consecuente robotización del individuo, que solo hace lo que la máquina le ordena.

La gran parte de la humanidad reconoce tener un mecanismo interno que lo lleva al error (así como un símil moral que le dicta lo bueno), sin embargo, no tienen la inclinación a hacer la búsqueda o interesarse en el funcionamiento del mismo. Simplemente lo toman como parte del ser, así como toman las extremidades o los órganos internos. No saben cómo implicarse en su propio funcionamiento interno porque quizá dan por sentado que vivir es envejecer y que "las cosas son como son". Algunos se animan a ojear un poco y llegan a concluir que somos "el resultado de decisiones de nuestros ancestros" con nuestras interpretaciones de la vida. Los más osados ya son los que piensan en la expresión tripartita del ser (alma, mente y cuerpo), y buscan tratar la existencia basándose en esta afirmación con lo que se quedan a las puertas del descubrimiento profundo.

No hay (una) forma de ver el intrincado sistema de la máquina del error, sin el reconocimiento previo de que está. Pero no tendría ningún sentido verla, saber qué está ahí, y no entender cómo funciona o si se puede modificar. Ahora, si es posible, que la modificación esté a nuestro alcance son diez pesos aparte. Muchas personas a través del tiempo han intentado domesticarla, hay libros filosóficos, espirituales y manuales de mecanización selectiva que pretenden haber llegado a torcer el brazo del sistema y vencerlo, solo para advertirle a las personas que hay que esforzarse mucho y hasta radicalizarse (en algunos casos incluyendo el aislamiento y la reclusión voluntaria) con tal de dominar el mecanismo que nos lleva al error.

Sinceramente, la gran mayoría de estas personas no ha llegado siquiera a acercarse para ver las conexiones, los engranajes o entender qué alimenta la máquina de cada individuo. Algunos han identificado algunas piezas de la suya propia y se las endilgan a otros. No han entendido que cada cual carga con su sistema personal, armado con piezas forjadas en situaciones específicas, que funcionan en ciertas ocasiones y con determinada velocidad. No han hecho los cálculos como para advertir que el ambiente (en todo nivel), el núcleo familiar (inmediato y mediato), las interacciones con otras personas y la autopercepción son claves para entender cómo funciona, qué enciende y qué partes impacta el tener un armatoste dentro que está diseñado e incrustado en nuestro interior con el fin de hacernos cada vez menos dueños de nosotros mismos.

Así es que finalmente la sabiduría en cuanto a este tema se remite a acciones y reconocimiento de la incapacidad, velada por estratagemas para poder lidiar con el fracaso, seguir intentando las mismas artes hasta tener un golpe de suerte (o mentirse a sí mismos) y luego "lograr avanzar" en la búsqueda interior con satisfacción de haberlo logrado por sí mismos. ¿Nadie se pregunta por qué es que tenemos ese aparato? ¿Quién lo puso? ¿Por qué ignorar su existencia es más calmante que la búsqueda de su funcionamiento? ¿Hay una forma de desarticularla de forma efectiva? ¿Por qué parece que el ser humano no tiene capacidad de que la máquina del error sea desarraigada de nuestro ser?

Preguntas para otra ocasión...

lunes, 31 de agosto de 2020

"La Máquina del Error" (desde la esposa de Job hasta hoy).

"...sin embargo, extiende ahora Tu mano y toca su hueso y su carne, verás si no te maldice en Tu misma cara». Y el Señor dijo a Satanás: «Él está en tu mano; pero respeta su vida». Entonces Satanás salió de la presencia del Señor, e hirió a Job con llagas malignas desde la planta del pie hasta la coronilla. Y Job tomó un pedazo de teja para rascarse mientras estaba sentado entre las cenizas. Entonces su mujer le dijo: «¿Aún conservas tu integridad? Maldice a Dios y muérete». Pero él le dijo: «Hablas como habla cualquier mujer necia. ¿Aceptaremos el bien de Dios pero no aceptaremos el mal?». En todo esto Job no pecó con sus labios." Job 2:5‭-‬10.

Hablando con Ale sobre mi proceso de vida recordaba a la esposa de Job y me vino a la mente este pensamiento. El momento era particularmente complicado y de mucho dolor. La mujer habló desde su frustración (en mi opinión). Había perdido sus ganancias, sus criados, sus hijos... Para poder terminar su etapa de pérdidas y comenzar la del duelo, para no tener más malas noticias y por el dolor acumulado es que se entiende la reacción. Estaba gritando "¡Ya no quiero ni puedo sufrir más, necesito que esto se termine!". 

¿A quién no le pasó sentirse así alguna vez? ¿De decir algo hiriente en una situación de angustia? ¿De traer la actitud de nube negra en medio de una situación ya complicada por sí misma? Claros signos de impotencia y frustración que explotan en el momento menos indicado pero nos dan información muy interesante sobre quién se está expresando.

Este es el dolor externo a Job, lo que se dice "daño colateral". Es una pincelada del viaje personal de la esposa de Job en medio de la prueba de su marido, y aunque este pasaje no nos da para armar su perfil ni para catalogarla, sí nos puede dar a entender que cuando Dios permite algo en la vida de una persona, ese proceso también está afectando y removiéndole cosas internas a quienes tiene a su alrededor.

Esto me deja pensando en los creyentes que no se asocian con, o que se alejan de, personas que están en malos momentos, no quieren el daño colateral que supone "estar ahí". Muestran su impotencia y el estado de su propio viaje al no poder acompañar a otros. Ojo, están mostrando lo que "ellos" no pueden hacer y no lo que Dios podría hacer a través de ellos si se dejaran.

No digo que esté mal elegir las batallas, pero no creo que esté bien escaparle a todas. Pienso en "soportaos" (apóyense) unos a otros, oren unos por otros, alégrense unos por otros, anímense unos a otros... Y hay mucho más que se puede hacer. Me hace pensar en salir de la comodidad de mi burbuja, y me inspira compasión por las personas que aún no han entendido el beneficio de hacer "los unos a los otros". Estas cosas no se logran en nuestras capacidades. Deberíamos entender que quien nos da lo que necesitamos para lograr esto es el Espíritu de Dios, son sus fuerzas y su guía. Me parece que estamos queriendo abarcar más de lo que podemos en nuestras fuerzas y depender menos de Dios, quién puede llenar todo. 

Esa inclinación de abarcar cosas en nuestras fuerzas es parte de un juego maquiavélico, una trampa diabólica muy bien diseñada para desgastarnos y nunca llegar al verdadero punto, donde la conclusión es que solo dependiendo de Dios y su poder es que vamos a tener la capacidad de vivir. Lo raro es que no nos damos cuenta del engaño hasta que hemos sufrido lo suficiente como para entender que es imposible esforzarse y cumplir las Escrituras. Algunos nunca logran salir de esa encrucijada y repiten el ciclo una y otra vez...

Es que este engaño está muy bien confeccionado, es una máquina bien aceitada, ha funcionado desde que se echó a andar y ha sido perfeccionada con el tiempo. Y es autosustentable en la medida en que las personas lo incorporen a sus vidas y basen su accionar cada vez más en ese mecanismo. Así de bien lo tiene armado el diablo. Así de bien conoce al ser humano. Así de bien lo ha hecho funcionar desde el principio. Y así de desapercibido ha pasado por generaciones.

Por eso es importante descubrir la mecánica del engaño. Conocer los detalles de su funcionamiento. Entender el engranaje de cada pieza que hace que "la máquina del error" se eche a andar, haga siempre el mismo proceso y dé siempre el mismo resultado. Desentrañando este misterio empezaría a abrirse un nuevo camino a la transformación. Habría otra opción, una que no implique el proceso y producto que nos deje, una vez más, agotados y confundidos. Una que, en vez de hacernos daño, desentierre nuestro interior (cubierto curiosamente por el producto de la máquina) y nos invite a participar en la sanidad, a participar en el quiebre del patrón automático establecido por el uso y abuso de "la máquina del error" en nuestro viaje y, en fin, en la resultante liberación del pecado por la acción del Espíritu Santo. Porque esto (lo repito una vez más) no se logra descifrar en nuestro entendimiento. Necesitamos de la intervención de Dios para llegar tan profundo y no desmayar en el camino.

"Si quieren sabiduría, pídale a Dios que la da libremente y sin reproche" (paráfrasis de Santiago). Y esta es la idea que me llega. 

Para desarmar esa máquina no solo necesitamos el discernimiento espiritual para descubrir que ésta siempre ha funcionado en nuestro interior sino que también necesitamos sabiduría de Dios para entrarle al asunto, valor para seguir cuando la cosa se ponga difícil, fe cuando no se vea mejoría, gozo en medio de lo complicado que es manipular cables y hacer cortocircuitos involuntarios cada tanto, mansedumbre en esas situaciones, templanza para persistir, benignidad para darnos descansos en medio de la tarea, amor para retomarla, bondad para no apurar los tiempos, paciencia en todo el proceso y paz, sabiendo de que Dios conoce la magnitud de la tarea que estaremos realizando.

Cada cual tiene en su máquina un engranaje distinto. La alimentarán ciertas sensaciones, estímulos o emociones. Se encenderá en situaciones quizás diferentes a las de otras personas. Tendrá su propia cadena de trabajo. Procesará lento o rápido, dependiendo de la circunstancia, pero nunca dejará las cosas por la mitad. Producirá según la materia prima que le den. Consumirá diferentes recursos y agotará los que no se renueven, sin romperse ni inmutarse. Porque "la máquina del error" tiene eso, la única forma de desarticularla y dejarla inoperante es confiando en Dios, buscando ayuda (revisando el manual de desguace y consultando con otros usuarios), poniéndose los guantes y comenzando a escarbar.

¿Qué pensás al respecto?

viernes, 28 de agosto de 2020

Cuento: Corazón y Mente, ¿Historia de siempre?

El Corazón quiso armar las valijas un día "porque sí". Al menos eso entendió la Mente, una parte muy racional y que no comprende lo que la emoción representa para el Corazón, por tanto, no captó ninguna indirecta ni los amagues que se sucedieron a lo largo de la relación. 

Resulta que, finalmente, el Corazón se cansó de la frialdad y la actitud esquiva de la Mente y decidió que ya no iba más la cosa. 

O al menos esos puntos de vista estaba interpretando (y se rumoreaba en) la comarca de Los Órganos del Dueño. Así empieza la historia...

"Si no hay ni un punto en común entre nosotros, ¿Para qué seguir intentando trabajar en grupo?" le confió el Corazón al Estómago mientras compartían sensaciones de una fiesta nocturna muy agitada y revuelta en muchos sentidos para el Dueño.

En esa charla se dijo de todo, quizás por la influencia de lo que el Dueño había ingerido. La cosa es que se sacaron trapitos al sol y hubo una sinceridad hasta incómoda entre el Corazón y el Estómago. Es que el Estómago tiene la cualidad de ser un poco sensible, pero trabaja también con datos concretos, y parecía proveer una suerte de punto intermedio, cosa que abrió la perspectiva para la conversación de esa madrugada. Además, el Estómago recibe la información que le dan y a veces la devuelve con su estilo personal de respuesta (ácido), cosa que le agrada mucho al Corazón.

El resultado de esa noche de excesos por parte del Dueño había dado pie a algo nuevo. Lo que no eran nuevos, eran los altercados entre la Mente y el Corazón, no... Esos se dieron desde muy temprano ya en la vida de aquel. Momentos de tensión que hacían que éste dudara y tuviera que elegir el consejo de uno sobre otro, generando que la competencia y el reconocimiento fueran el combustible y el incentivo para esos altercados. Pero, como decía, esa madrugada el Corazón comprendió algo nuevo.

Esta vez, la intuición, la información y el emocionalismo del Estómago hicieron las preguntas correctas. Por primera vez, el Corazón estaba lo suficientemente sensible, vulnerable y abierto como para hablar sin tapujos. En cierto momento de la charla, el Estómago volvió a formular la más básica de las preguntas, pero con un ligero cambio. 

E- "Y al final, ¿Vos, cómo estás?"
C- "Me siento bien, supongo..."
E- "No te pregunté ¿Cómo te sentís? sino ¿Cómo estás? porque quiero saber cómo y en qué situación estás."
C- (piensa)... Creo que no estoy. Ni bien, ni mal, simplemente a veces creo que no estoy.

Esa fue la revelación más cuerda de la vida, en medio de una de las noches más inestables de la historia del Dueño.

Allí mismo algo comenzó a inquietarlo. Y luego a llevarlo a atar cabos. El Corazón descubrió que se sentía cansado. No es que se cansó de la lucha por ganar el favor de su Dueño, ni se cansó de la discusión habitual con la Mente. El Corazón se dió cuenta de que esta dinámica (que tanto le atraía y que conocía de toda su vida) ya lo estaba debilitando y haciendo descuidarse a sí mismo. También, que si eso seguía así, el Dueño iba a salir perjudicado y por ende, la Mente también perdería en este juego (y es que al corazón le gustaba mucho el juego, aunque no entendiera a la Mente y su perspectiva tan fría). 

Pero después de esa revelación, ya no había lugar para más descuidos. Había que atender la emergencia inminente. El Corazón parecía tomar sus decisiones como si fuera la Mente, y esta vez la situación parecía ameritarlo. Con más ímpetu y emoción que inteligencia o razonamiento, el Corazón entró en su sala y se dispuso a empacar sus cosas. No sabía qué tan largo iba a ser el viaje, pero tenía por seguro que había muchas cosas que necesitaba llevar en esa valija.

La noticia se extendió rápidamente y generó diversas reacciones en la comarca de Los Órganos del Dueño.

El Corazón silbaba de emoción mientras elegía lo que iba a empacar. De repente, tocan la puerta de la sala. Era el Miedo, avisándole que afuera había mucha incertidumbre, que lo piense por su bien (y por el de los demás, aclaró) y mejor abandonara la idea de salir. El Corazón agradeció la visita y le cerró la puerta en la cara.

Al rato, tocan la puerta de nuevo. Era el Dolor, para decirle que se le iba a hacer muy difícil su vida sin alguien que lo ayude a procesar. El Corazón le cerró la puerta en medio discurso y el Dolor le gritó por la ventana "¡Ya vas a volver, yo sé que te gusta mi compañía!".

Cuando parecía que ya nadie más iba a molestar la labor del Corazón, tocan nuevamente la puerta. Esta vez era la Mente. Vino muy tranquila, pareciera que en plan más como espectadora que otra cosa. Le preguntó si necesitaba ayuda en algo. "No, no... Voy bien" le dijo el Corazón apenas mirándolo, afanado y poniendo toda su concentración en lograr cerrar la valija. "¿Puedo hacerte una pregunta?" dijo la Mente, "Es que me intriga algo". "¡Dale, preguntá nomás!" dijo el Corazón, contento de que el cierre cediera ante la cantidad de cosas atrapadas en la bolsa.

"¿Qué necesitas de mí para que puedas hacer tu viaje sin abandonarme? ¿Cómo puedo ayudarte para que estés mejor pero sin irte?". 

El Corazón quedó desencajado. Nunca le habían hecho esa pregunta, ni había visto a la Mente tan abierta. Este camino nuevo se abría cada vez más a otras posibilidades, y esto recién empezaba. "Es que sin vos, esto no va a ser lo mismo." Continuó la Mente. "Tu viaje está inspirándome a hacer uno similar. Y no quisiera pensar que van a faltar las dos voces que le traen balance al Dueño".

El Corazón lentamente fue incorporándose al oír a la Mente. El deseo y la necesidad emocional de tomar el nuevo rumbo lo hacía mirar a la valija, pero la sensatez y transparencia en el planteo de la Mente lo dejaban en una encrucijada. La Mente se había dado cuenta de que ambos estaban ahí para caminar con el Dueño y ayudarle a procesar. Esto la motivó luego a humillarse y dejar de pensar que "se las sabía todas" para ir a visitar y apelar a la razón de un Corazón que decía necesitar un espacio nuevo donde desarrollarse. 

Ese acto de humildad generó en el Corazón un sentimiento de compasión que hacía rato no le llegaba. Sintió que debía replantearse las cosas y, como pocas veces, sintió la esperanza de tener a la Mente como compañera en ese nuevo proceso. Sin dudas, el Dueño iba a salir beneficiado y eso siempre ha sido el propósito de vivir para todos en la comarca de Los Órganos.

"No sé por qué, una corazonada quizás... pero me convenciste" dijo el Corazón en un acto más emocional que racional. La Mente sonrió y le respondió "Veámonos mañana para hablar un poco de nuestra transformación, va a ser interesante compartir nuestras opiniones". A lo que el Corazón, en pleno desarme de la valija le replicó "¡Y sensaciones, Mente! ¿Nos vemos acá o en tu sala?". La Mente, conociendo al Dueño, le propuso que el Estómago sea el mediador y quien ponga la casa. "Al final, él pone la comida" y "cuando alguien no hace caso a las indicaciones de su mente o a las de su corazón, un buen retorcijón siempre llama la atención" dijo. Ambos soltaron una larga carcajada.

lunes, 10 de agosto de 2020

Ícaro, el polizón (un cuento corto porque sí)

Ícaro fue, desde su infancia, una persona muy escurridiza. En su barrio (y en muchos otros barrios) rápidamente se hacía famoso por sus desapariciones y escapes a plena luz del día sin importar la situación en que se hallara. Su familia, una vez caída en cuenta de la fuga y desesperada, lo buscaba trazando el rumbo y descontando los pasos desde la seguridad de su presencia hasta el susto del vacío. Esta operación se repetía de vez en cuando en distintos escenarios, lo que hacía la búsqueda muy agotadora cada vez. Lo importante al fin era que cada vez que se perdía, se lo encontraba. Y normalmente, de la mano de alguna buena persona que también había resuelto firmemente devolverlo a su preocupada familia.

Nunca se supo muy bien cómo y por qué Ícaro escapaba. No había explicaciones, pero, ¿Qué palabras podrían salir de un niño que estaba dando sus primeros pasos en la vida? ¿Cómo entender las maquinaciones de un infante que no logra pronunciar bien siquiera su nombre?

En fin, la vida lo hizo muy aventurero pero también fuertemente consciente de que afuera el peligro era real. Le enseñó que valía la pena medir bien la relación costo-beneficio de cada una de sus acciones. A camuflarse y guardar para sí sus sensaciones con tal de salir impoluto de toda tempestad posible. Aprendió que encajar en la sociedad requiere esconder y exagerar rasgos y conductas propias. Para eso tuvo que aprender a reprimir algunas características que lo hacían único, o al menos, resaltar en disonancia entre la gente. Lentamente se fue perfeccionando en las artes de pasar desapercibido y en las de resaltar, usando una u otra según fuera la ocasión a su entender. La misión era amoldarse para no llamar la atención de mala manera.

Por eso, cuando el gran barco de pasajeros "Poseidón" llegó a las costas de su pueblo, el plan llegó a su mente. Cansado quizás de su vida, del pueblo, de la rutina, o fruto del pensamiento adrenalínico de un nuevo escape, se propuso subir a ese barco a como dé lugar, eso sí, sin tener el dinero para el pasaje. Nunca había tenido plata, y nunca fallaba a la hora de desaparecer. "Además" pensaba, "ya estoy solo en el mundo, nadie vendrá a buscarme".

Era sábado y los turistas habían salido en grupos a conocer la ciudad, mientras tanto, a la nave se le estaba realizando el mantenimiento típico de cada parada. "Poseidón" era un barco de amplia capacidad y muy pintoresco. El ancla, sumergida, poseía una cadena generosa. Ícaro ya tenía un plan. Sin más que su tozudez y sus habilidades de escape, llegada la tarde y al volver los turistas al barco, nuestro protagonista se lanzó al agua. No muy ducho para bracear, rápidamente desistió. "Debe haber otra manera" se decía mientras daba con la orilla del mar. Esa noche se la pasó pensando en el cómo llegar a cubierta. Resolvió mezclarse en algún momento entre los visitantes y así escabullirse de alguna forma. Al menos esa idea le trajo descanso a la mente y así pudo dormir.

Al día siguiente, vestido con clásicas ropas del turista veraniego (al menos intentó mimetizarse según su escaso guardarropas), comenzó siguiendo de cerca a un grupo de visitantes que salió a almorzar algún platillo típico, sentado en alguna mesa a corta distancia. Luego los siguió hasta una atracción, un parque y para cuándo el grupo había salido del museo el era uno más de la aglomeración foránea. Sigilosamente y evitando exitosamente transacciones de dinero que otros turistas normalmente aceptarían, llegó a la tarde y se aproximó a la escalera que llevaba a la embarcación. Ya puesto en fila, se dispuso a subir peldaños hasta que llegando a unos escasos metros escucha que el personal de registro está identificando a cada pasajero. 

Los nervios se comienzan a apoderar de Ícaro, quien no tiene un brazalete ni una identificación a mano. Su cerebro da vueltas en una velocidad cada vez mayor según la fila lo va empujando a subir escalones. Finalmente, llegando ya al puesto de registro, inesperadamente un anciano frente a él cae, se desparrama. Producto del oportunismo o de quién sabe qué, Ícaro grita "¡Abuelo!" Mientras la gente comienza a aglomerarse en torno al señor mayor y a un Ícaro que, usando el subidón de adrenalina junto a sus dotes de resaltar, le comienza a hacer masajes cardiovasculares y a gritar eufórico. La confusión surte efecto, en cuanto ve llegar el equipo médico del crucero, nuestro protagonista lentamente se va haciendo a un costado y, como en los viejos tiempos, desaparece en el tumulto.

A quien fuera que se cruzará en su camino al interior del barco, le gritaba vehemente "¡Un turista se murió en la entrada!", con esto y su gesto desencajado lograba atravesar cada parte del interior del barco. Una vez dentro, empezó a sentir que otra faceta era requerida para el siguiente paso. Necesitaba pensar en cómo sobrevivir hasta al menos llegar al próximo puerto. Viendo los carteles de información ubicó la sala de máquinas y se dirigió hacia allí. Oyendo ruidos propios de la interacción entre metales aceitados, nuestro protagonista esperó pacientemente. "En algún momento tiene que haber cambio de turno, y tiene que ser antes de que me agarren" pensaba. Ya el sosiego estaba retornando a la embarcación luego de que se constatara que el anciano tuvo una baja de presión importante y la misma fuera compensada. Eso era lo que presionaba más a Ícaro, la vuelta a la normalidad de las actividades podía significar que lo atraparan, y eso no iba a ser bueno para el.

Finalmente, llegó la hora del cambio de turno momentos después del incidente. Un mecánico francés, que apenas podía hablar inglés se acercó a la puerta de la sala, donde a la derecha estaba el aparato para marcar tarjeta. Ícaro, escondido en el baño del pasillo, miraba por el filo de la puerta. Apenas los mecánicos salieron y el francés se disponía a marcar tarjeta, nuestro protagonista salió como despedido hacia la puerta. El francés ni lo vió pensando que alguno de sus compañeros salientes había vuelto por algo o quizás que su asistente era quien había entrado. Apenas se metió, vió un pasillo que daba a un lugar oscuro. Sin dudar, se dirigió a ciegas por el mismo hasta llegar finalmente a dos puertas, una a cada lado del pasillo. Eligió la izquierda, porque según él todos abren la derecha primero y eso le daba algo de tiempo para pensar en algo que hacer.

Hacía calor, el barco estaba encendiendo motores y se podía percibir el ancla levar. Esa noche se partía del pueblo y para Ícaro, empezaba otra aventura... Si lograba pasar desapercibido al menos por las próximas horas. Se forjaba la historia de un polizón, quién hizo lo posible por salir de su realidad utilizando lo que la experiencia le enseñó y sus dotes innatos para escapar. Logrando su plan del día, solo restaba hacer lo que había aprendido a hacer toda la vida. Sobrevivir, adecuarse, escabullirse. Hasta que lo atrapen o hasta el próximo puerto. Veremos.

lunes, 20 de julio de 2020

Involucrándonos activamente en el aprendizaje del 2020

Quién diría que el mundo se fuera a conmocionar a esta escala... Tenemos en estos momentos un 2020 con un virus que se volvió una pandemia, una guerra fría comercial y tecnológica entre Estados Unidos y China, manifestaciones violentas a raíz del racismo y que además reivindican cosas diversas (y bien diversas porque los grupos involucrados son tendientes a ideologías liberales), la economía mundial casi parada, la naturaleza tomando territorio, es la primera vez que la respuesta a una emergencia sanitaria implica que gente sana se encierre en sus casas, trayendo problemas familiares, mentales y financieros causados por el encierro. Y recién pasamos la mitad del año, vamos a ver cómo nos sorprende el resto (si llegamos).

En medio de tanto lío nos surge a la humanidad una serie de preguntas. A saber; si Dios existe, ¿Dónde está?, Si es bueno, ¿Por qué pasa esto?, Si es poderoso, ¿Cómo es que no nos dió la solución a todo este relajo?. Pero la más profunda creo que podría ser, si no hay un Dios, ¿Por qué siento este vacío? ¿Cómo hago para ignorar ese agujero y distraerme así como hacía cuando el mundo era "normal"?.

Bueno, esas últimas ya son dignas de una persona que ha logrado inspeccionarse con esmero a sí mismo aprovechando que hay más quietud. Yo estoy convencido de que hay buenas preguntas para hacerle a Dios, pasa que generalmente las respuestas no nos gustan o nos demandan algún tipo de reflexión profunda que no queremos hacer. Además de que solemos dirigirnos a Dios con impertinencia, trayendo preguntas que encierran la voluntad de culparlo de todo. Otra vez, las preguntas no son malas, la intención atrás es la cuestionable. Y el Padre tiene todo su derecho de responderlas como quiera y si quiere. 

Es más, para sentar un precedente, Jesús rara vez respondía directamente a las preguntas que le hacían las personas. A veces usaba parábolas (historias con una moraleja o una reflexión), frases cortas o re-preguntaba. Según mi opinión actual, era la intención de Jesús que, a través de estos estilos, el oyente se involucre en el razonamiento activamente para así ganar perspectiva propia, ser iluminado y llegar a ver la sabiduría tras las ilustraciones o re-preguntas. 

Aún hoy, teniendo la Palabra de Dios y años de estudios, no terminamos de sacarle provecho a esas enseñanzas. Mayormente porque no nos logramos involucrar de forma activa en ellas. Las vemos como conocimiento intelectual que nos aporta algo, cuando realmente la intención es más de transformación que de información. Por eso es que, en mi opinión, sacamos aplicaciones que apenas rascan la superficie de lo que esas perlas tienen para darnos. No hemos aprendido a ver nuestro interior. No percibimos enteramente la acción de Dios en nosotros porque, para empezar, no sabíamos bien todo lo que había antes en la bodega del corazón y ahora no identificamos en detalle qué y cuánto ha cambiado nuestro ser.

Volviendo a las preguntas del principio, yo le haría algunas a quienes vienen con ideas de culpabilizar a Dios o demostrar su supuesta inexistencia. Por ejemplo, preguntaría si "existiendo Dios o no, ¿Podrías estar de acuerdo conmigo en que hay gente mala en todos los niveles de esta sociedad?", "Si nos basamos en que hay y que están en todos lados, ¿Podría decirse que hay gente honesta y con buenas intenciones también en todos lados?", "Si Dios no existiera, ¿Entonces por qué habiendo tanta gente desigual parece que los malos son más capaces y efectivos? ¿Dónde está la gente buena que contrarreste esa maldad?", "¿Por qué los buenos no hacen algo para ayudar? ¿No será que no son lo suficientemente buenos?"... Y así podría pasar horas buscando que se autoperciban haciendo re-preguntas. Realmente el mensaje de Cristo no se basa en su poder y los milagros (te puede sanar, te puede prosperar, te puede salvar) sino en su amor por un ser inservible a sus planes, enemigo, rebelde, provocador, lejano, el cual tenés que entender que sos (este punto te involucra activamente en la búsqueda de la verdad) para que la información pase a la transformación. Y, situado en tu real lugar, las preguntas dejan de culpabilizar y buscan reconciliar. Ojalá lo puedas pensar y desarrollar más.

Gracias por tu tiempo.

martes, 14 de julio de 2020

¿Sanidad interior o Desconexión interna?

Hoy escuché una breve exposición en Youtube sobre un tema del que el comunicador solo logró demostrar que no tenía mucha idea, pero sí muchas ganas de opinar. ¿A quién más le pasa que por la ignorancia del expositor una charla corta se le hace eterna? ¿Solo a mí? No creo.

Bueno, volviendo al asunto, el tema del video fue la "tristemente" famosa práctica de los denominados "encuentros" y la "sanidad interior". Si, esa especie de retiro donde a los participantes se les lleva por una serie de charlas y actividades de todo tipo (ceremoniales, individuales, grupales, con y sin música, de confesión, etc.). Hablando de confesar, confieso que en mi juventud temprana me mandaron a una actividad de esas y presencié en carne propia lo que hace la confusión generalizada y la manipulación emocional que caracteriza estos espacios. Debo aclarar que estoy en contra de hacer actividades de este tipo, donde no se predica a Cristo ni se usa correctamente la Palabra de Dios, sino que se centra en lo que "nosotros sufrimos" y lo que tenemos que hacer para ser aceptados por Dios y luego libres. Antropocentrismo, en palabras de domingo.

Todo iba decentemente normal en el video hasta que este hermano en la fe llegó al punto de mezclar la psicología con la psiquiatría, la manipulación emocional y algunos segmentos de la Biblia incrustados a su antojo para defender su posición. Contrariamente a lo que usualmente yo haría (cerrar el video y lamentar el desastre), me quedé hasta el final para ver cómo iba a hacer este sujeto para no matar su argumento al tocar el tema del trauma, el dolor, las conductas heredadas, etc. Y no lo tocó... lo manoseó.

Entre otros, negó que esas experiencias fueran algo que pudiera impactar o seguir condicionando a "una nueva criatura en Cristo", se atrevió a decir que cada cual tiene la culpa de cargar con su pecado y no andar echando culpas a otros (aún siendo víctimas de abusos) por sus conductas, y descalificó a aquellos que buscan ayuda de profesionales y de Dios para sanar de esas dolencias diciéndoles "ya Cristo pagó, en vez de llorar mejor gócese". Y todo lo encerró bajo el lema de que un cristiano ya no está bajo condenación, pero que seguirá luchando contra su pecado. La sutileza para defender su punto al usar la Biblia me asombró, no por lo bien que la usó sino por lo descarado de la descontextualización. En fin, puedo decir que esta exposición me molestó tanto como las que he presenciado sobre la teología de la prosperidad o al ver a alguien torciendo textos apocalípticos a su antojo (todo eso me enoja bastante).

Este tipo de predicadores, maestros y pastores son parte de la razón por la cual la gente de iglesia se encuentra en este estado de desconexión de la realidad, donde todo está bien y no hay que trabajar el carácter. Y desapegados (o desentendidos) de la condición interna y la necesidad de un proceso propio, ¿Cómo les vamos a pedir que reflejen a Cristo en todas las áreas? No se dan cuenta de que si Dios redime la vida entera (pasado, presente y futuro) de sus hijos, trabajando incluso cuando aún no lo conocíamos, es que justamente por abrazar esa verdad es que somos consolados, sanados, soltamos cargas y podemos avanzar en nuestra santificación. No se dan cuenta porque están acostumbrados al modelo de "ir para adelante", "tengo que hacer, ir, ser, pensar... TENGO que". Activistas de la fe. Ignorantes de sí mismos. Negando procesos, estancando sus almas y enfriando su corazón. Cerrándose a la conexión consigo mismos, con otros y, en última instancia, con la obra personal de Dios en ellos.

Las heridas que siguen abiertas tarde o temprano supuran tanta pus... Eso hiede y si se desatiende, la infección toma el resto del cuerpo. Lo mismo con las emociones y vivencias insanas. La cicatriz que deja la sanidad de Dios es una que nos llena de gratitud, sin embargo no tratar la herida genera una vida cristiana de supervivencia donde cada vez más la gangrena de la negación del dolor, del orgullo, nos impide disfrutar del Dios al que nos acercamos alguna vez.

Yo pienso que mientras más luz trae Dios a mi vida, más profundamente me voy conociendo. Más voy viendo de mi condición, lo desagradable que puedo llegar a ser a los ojos de un Dios santo. Y mientras más lo pienso, más puedo ver las características de Dios, su gracia, su justicia, su amor inmerecido, su insistencia... Y eso hace brotar agradecimiento de mi corazón, el consuelo para mí ser, la esperanza para mi vida. Esto es una obra del Espíritu Santo. Esa obra me hace descansar en la capacidad de Cristo. Me hace sonreír confiado ante el Padre. Y si, eso se llama libertad.

¡Gracias por tu tiempo!

sábado, 23 de mayo de 2020

Los "unos a los otros" y la liturgia hoy

Si, yo fui el que puso en un estado de WhatsApp que las reuniones de iglesia fueran más "unos a otros" que "te digo que decir y hacer", y sigo pensando en el concepto que abarca esa perspectiva.

Desde mi punto de vista la efectividad de las celebraciones donde nos vemos las nucas reside en ver cuántas canas tiene el del frente, si le hace falta hacerse la tinta a la señora o si la calva del muchacho está reluciente o no. Bueno, fuera de broma creo que, si solo nos reunimos a cantar y a escuchar un sermón, nos hace falta la parte corporativa más referenciada del nuevo testamento y la razón más fuerte de ser de la iglesia. Los unos a los otros.

Pablo, Juan, Pedro, Santiago, incluso en los Evangelios se hace un énfasis en lo crítico que es el tema de "los unos a los otros" a la hora de ser iglesia, de estar unidos a la vid, de reflejar la unidad de Cristo con el Padre, de testificar que hay un mismo Espíritu en nosotros.

Ahora, qué cambio hacen las prédicas de "cinco leyes de tal cosa" y los "cuarenta días de tal otra" si no hay un poco de "los unos a los otros" en acción? No dice en ningún lado que los discípulos se reunieron a orar juntos pero por sus propias cosas, sin compartir ni molestar a nadie más. Cómo se iban a enterar los apóstoles de lo que pasaba en las iglesias si no es porque el espacio estaba abierto para compartir? De dónde se sacarían la idea de que había quienes torcían las Escrituras si no había quienes lo hicieran en público? Con qué intención les escribirían a las iglesias indicaciones tan explícitas si no se hubieran enterado de lo que pasaba?

A lo que voy es que, según lo que entiendo de las diferentes cartas, las reuniones eran más "participativas" que el formato estandarizado que tenemos en nuestras iglesias. Ojo, no digo que las celebraciones se vuelvan del estilo "Laura de América" donde cualquiera hace cualquier cosa y no parece haber un orden. Lo que digo es que el sentido magistral y el tipo de liturgia que le ponemos a los cultos tiende a la rigidez, al auto-servicio, a la individualidad y a la búsqueda de satisfacción egoísta más que a "los unos a los otros" (llorar o reír juntos, orar unidos, ver milagros, compartir palabras de Dios, ministrarnos, confesar faltas, confortarnos, confrontarnos, etc).

No digo que el orden esté mal, ni que el mensaje debería ser más corto para llegar a esto, ni tampoco que hay que poner otro día de reunión para enfocarse en algo así. Pero sí digo que somos esclavos de la costumbre, que estamos muy acomodados en este sistema (que solo nos desafía a llegar, cantar y quedarnos hasta que termine la predicación o nos dé hambre) y no estamos llegando a ser y hacer ni la mitad de lo que seríamos como fuerza dentro de la sociedad justamente porque dentro de nuestra "micro sociedad" no nos estamos desarrollando ni creciendo en una forma integral. 

Digo, por qué hay dones sentados? Por qué hay Palabra acallada? Por qué hay sanidades no vistas? Esto no es culpa del pastor ni del manual de la iglesia, esto simplemente refleja que el sistema está tan arraigado en nosotros y a su vez nos sentimos tan amenazados por el cambio que no concebimos hacer otra cosa que esto que "es lo que funciona". "Sacrilegio" comer (o tomar algo) mientras hablan desde el púlpito, "herejía" atender a tu bebé mientras suena la música, "demoníaco" leer la Palabra mientras se está predicando... No se nos estará yendo la mano? No estaremos gastando energías en nimiedades? No será nuestra inmadurez surgiendo en cosas de menor nivel? Ojalá y tuviéramos esa misma impronta pero para hacer "los unos a los otros" cada vez que nos viéramos!

Y así estamos... Esta crisis es un buen momento para redefinir la utilidad, el propósito y la misión de las reuniones de iglesia. Cada cual tendrá su aporte según la luz que busque recibir de Dios. Yo sólo soy un tipo que cuestiona cosas, un loco incómodo, un provocador.

Gracias por tu tiempo.

miércoles, 20 de mayo de 2020

Dándole más perspectiva a la Palabra

Soy de los que cree que la Biblia es una gran carta de Dios hacia sus hijos, donde a primera vista hay historias fáciles de digerir, hay casos cruentos y hay enseñanzas realmente entendibles y aplicables que traen sabiduría al que las sigue.

Creo que una de las cosas que NO es un buen hábito a la hora de exponer la Palabra es centrar todo lo que la Biblia dice en nosotros, nuestra actitud, reacción, carácter, o la falta de. Me explico. 

La Biblia dice "no matarás", y sabemos que obedecer eso es algo bueno, claramente. Quizás lo enseñamos como una ley moral, la justificamos en que a Dios no le agrada y (por si no convencemos a alguien) la justicia de nuestro país condena el homicidio. Eso deja un poco fuera de la ecuación el corazón de Dios al hacer esta ordenanza. Sigo explicándome.

Dios nos hizo para su gloria, no para entretenerse. No nos hizo para morir, el pecado es el que nos mató (sólo que no nos han avisado hasta que llega la luz del Evangelio). Dios odia el pecado. Dios quiere ser glorificado. Ahora, si agarrás y matás, no glorificás a Dios sino exaltás al pecado, exponés la fuerza de tu maldad y no el carácter perdonador del Padre. Dios queda fuera del cuadro, no avala nada de lo que está sucediendo, perdiste una vida hecha a imagen de Dios y te alejaste del diseño original hundiéndote un poco más en la oscuridad que te separa de Él. Dios se duele porque su amor y su justicia no armonizan en esta situación, hay una posición que debe asumir y no es buena para vos, imaginate (si pudieras, de alguna manera) el corazón de Dios.

Después de un ejemplo tan crudo, voy a que si sólo pensamos que todo lo que dice la Biblia es únicamente para formarnos y está dirigido a nosotros, nos estamos perdiendo las perlas del conocimiento. Ver el amor y el carácter, el poder y la misericordia, la omnisciencia, la justicia y la esperanza que están en Dios a través de las páginas de las Escrituras es ir un paso más allá en la comprensión, y de pasada, es salirse del egocentrismo. Y ya al dejar de ser sobre nosotros la perspectiva nos ayuda, la Palabra pasa a ser sobre el Dios que nos salvó, llamó, que nos ama, corrige, nos tiene paciencia, indica su parecer, nos da sus planes (aunque sabe que no los vamos a seguir siempre), nos tiene misericordia, nos busca y quiere preservarnos en Él y para Él.

Una predicación que se basa en mostrar a Dios para enseñarle al oyente "quién" es el hombre es más abarcativa que una predicación apoyada en versículos y que nos enseñe lo que deberíamos hacer o no (llegando al extremo con los famosos siete pasos para algo o las diez leyes de tal cosa). No estoy contra las enseñanzas reflexivas o correctivas para nada, solo pienso que por ver repetidamente la Palabra de ese lado nos perdemos mucho, muchísimo.

Yo creo que cada tramo, historia o proverbio enseña fundamentalmente un costado del carácter del Padre, de Jesús y del Espíritu Santo. Y ese carácter, contrastado con el de los personajes bíblicos, me muestra no sólo mis fallas sino la perseverancia de Dios en querer acercarme a Él. Y todo a pesar de mí.

Gracias por tu tiempo.

miércoles, 6 de mayo de 2020

La invisible pero indudable mano del Espíritu Santo

La invisible pero indudable mano del Espíritu Santo en el ministerio de Jesús es un tema que pocos conversos se han tomado el tiempo de reconocer e indagar. Yo no soy un exégeta ni considero mi conocimiento suficiente pero sí que soy un tipo curioso y con ganas de reflexionar.

Tenemos a Jesús, el Hijo de Dios, quien tuvo una comunión perfecta con el Padre y una sincronicidad (sobre)natural con el Espíritu Santo, y por el otro lado estamos nosotros, queriendo tener esa capacidad de andar en el Espíritu pero sin entender muy bien la parte de la comunión con Dios, nuestro estado real dentro del espectro de la nueva criatura y la adopción como hijos. 

No tenemos bien ubicado el proceso de transformación, ni cómo es, ni cómo se debería percibir. Con esas pautas borrosas es que muchos caminamos a tientas tratando de dejar de hacer lo que antes nos gustaba (sin entender sus implicaciones) para intentar, además de reprimir esto, de hacer cosas que no son naturales en nosotros y nos generan frustración, dolor y sensación de impotencia porque no logramos "controlarnos bajo las nuevas reglas".

Esto nos hace dudar, nos lleva a tratar de acomodar nuestro entendimiento bíblico a nuestra condición de incapacidad y volvemos a intentar hacer las cosas igual para encontrarnos con el mismo escenario una y otra vez como en un círculo vicioso que no nos deja avanzar. Quizás dé consuelo saber que otros están igual y momentáneamente obtenemos calma pero un día llegarán las preguntas "Esto es ser cristiano?", "Cuándo será que Dios va a cambiarme?".

La realidad es que Dios difícilmente nos va a cambiar sin que antes nos conozcamos a nosotros mismos. Pienso que Dios quiere que seamos testigos de nuestra condición inicial antes de evidenciar el cambio. Que reconozcamos todo lo que somos y tenemos que no encaja con lo que Dios quiere poner en nosotros, que se lo entreguemos, que veamos el proceso del Espíritu Santo al cambiar eso en nosotros y luego disfrutemos la libertad del proceso y el resultado con plena consciencia. 

Andar a ciegas en cuanto al proceso de Dios en nosotros nunca será el plan. Es como si cada vez que los discípulos llegaran a escenarios donde Jesús hizo maravillas el milagro estuviera ya hecho, no vieron el antes y tuvieron que creer por fe el después. Se hubieran perdido el contexto y por ende nunca les hubiera entrado en la cabeza el tipo de poder y autoridad que él mostraba.

Hoy nosotros buscamos o pretendemos que Dios nos cambie sin más, no entendemos que incorporar lo que Dios tiene para nosotros no se trata de "magia" ni de oraciones intercesoras caza-demonios o siquiera de ataduras temáticas. Se trata de vernos, reconocer nuestra incapacidad de hacer un cambio agradable a Dios, reconocer que somos hijos por pura gracia y amor, pedir que el Espíritu Santo traiga luz hasta lo profundo (cosa que nosotros no podemos hacer por nuestras capacidades) y darle el "permiso" para operar a corazón abierto, y así dejar de frustrarnos porque "la carne es débil". Pasaremos a ser espectadores activos del cambio, gozar cada avance y no sentir juicio en cada error porque ahora equivocarse ya no resulta en culpa, sino en aprendizaje. Y en esa actitud podemos ver a Cristo en nosotros, al ser compasivos con nuestro proceso interno así como con el proceso de otros.

Cada vez más cerca de entender y andar con libertad en esa relación de padre e hijo, cada vez más sincronizado con lo que el Espíritu Santo está haciendo internamente y, por tanto, reflejando cada vez mas la compasión de Cristo al mundo.

Utópico? No, si empezamos hoy por el principio...

domingo, 5 de abril de 2020

Cuarentena interna

Estoy sobreviviendo en tiempos de coronavirus. Bueno, "sobreviviendo" a la abstinencia parcial de sociabilización presencial con otros seres humanos. Digo parcial porque he visto a gente pero no muy seguido, ni mucho menos he tenido algún tipo de contacto físico con ellos.

Sinceramente no le siento la gran diferencia al tiempo previo a la pandemia. Será que como Uruguayo residiendo hace rato en otro país ya vengo acostumbrado a la falta del contacto físico... O será realmente que en lo profundo, lo que no percibo es que las personas que me rodean hayan cambiado el "estilo de comunicación" en épocas que deberían inspirarnos a mirar más nuestro interior para sacar alguna enseñanza y/o resolución en medio de este caos.

Pero no nos enseñaron a prestarnos atención a nosotros mismos, a tener momentos de introspección, a valorar la quietud y enfrentar los desafíos de encontrar quiénes somos en esos espacios. La vida va muy rápido y hay que responder a lo externo, aprender y seguir, lastimarse y tratar de sobreponerse. Problema y solución. No hay tiempo para reflexionar, validar los sentimientos y las sensaciones de un aparatoso proceso de crecimiento, ni mucho menos tiempo para "perder" en reconocer y atender cuando algo nos exige más recursos para solventarlo.

De ahí salen las reacciones ante cada "catástrofe", reacciones disonantes, incoherentes con la realidad en muchos casos. La falta de cultivar nuestro interior refleja al exterior nuestra desesperación producto de la mezcla entre la incertidumbre y la falta de herramientas para hacer frente a la simple idea de estar en esa condición.

Vemos gente profesional, preparada, titulada (y de la otra), haciendo el ridículo ante esta situación de emergencia sanitaria al preocuparse más por limpiarse las zonas bajas que por cumplir las normas de cuidado. Están más preocupados por salir de fiesta que por cuidarse y por ende cuidar a los demás. Quien no se presta atención a sí mismo, ni se valora, ni se cultiva, no va a tener esa deferencia con el resto de la gente.

Y todo viene a dar en que al final estamos tan por nuestra cuenta que, con o sin pandemia, el resultado es el mismo. No sabemos atendernos, escucharnos unos a otros, y desgraciadamente las conversaciones seguirán siendo sobre temas externos y no sobre la realidad interior que tanto necesitamos trabajar.

Pensemos.