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lunes, 21 de septiembre de 2020

Administradores moralistas... Equivocados.

Cada vez que pienso en las personas que se creen moralmente superiores a la Biblia me preguntó cómo hacen para pensar así de alguien que ni siquiera conocen lo suficiente, sino que con un preconcepto parece alcanzarles para lograr hacerse una idea general y, a partir de esa idea, emitir juicio. Así somos.

Estaba pensando también en la rara inclinación que tenemos los seres humanos de querer ser dueños de cosas que van a trascender a nuestra existencia. Entendiendo que nuestro estado es transitorio, igual nos creemos en la capacidad de poder acaparar recursos como si fuéramos a ser eternos. Otra incongruencia.

La realidad es que desde ese principio donde todo estaba en armonía, el corazón estaba buscando la apropiación. No éramos dueños, más bien siempre hemos sido administradores con aires de patrón. Lo mismo en cuanto a la moralidad y la injusticia. La verdad es que somos producto de lo que el corazón tiene, no tanto de lo que éticamente suponemos poseer como valores.

Pienso que quizás si ajustamos los términos y aclaramos más el panorama vamos a lograr tener luz sobre la situación real de la humanidad. Pero si seguimos ilusos, auto justificándonos o confundidos, la claridad va a sernos algo lejano.

Considero importante aclarar que esa luz no es propia del ser humano. El dueño, quien nos hizo y nos puso a administrar, es el que tiene la luz. Y está dispuesto a darla a quien la pida, sabiendo que eso puede provocar cosas nuevas en la gente que pasa por ese proceso. Esa luz va a traer entendimiento y va a llamar a la acción. La reacción por nuestra parte puede ser evasiva (no querer saber más nada de Dios) o intrigante (quiero saber más), incluso generar tozudez o liberación. Pero no nos deja indiferentes nunca. Ahí está el tema. Cuando te das cuenta de que esa pieza del rompecabezas incómoda, es porque tu paisaje está incompleto. No sos el dueño de las piezas, alguien más lo es.

¿Estás seguro de que sos moralmente superior a otros? ¿Creés que tenés derecho a sentirte Dueño de todo? Pensalo un poco mejor, date cuenta de que no podés administrar ni siquiera tus días. O tus reacciones. O los imprevistos. Capaz por ese lado lo podés entender mejor. En todo caso, el dueño de todo sigue viendo cómo administras sus recursos, vos y yo pasaremos, Él sigue siendo Dios.

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