Bienvenida

Un lugar donde podés leer de todo... Lo que salga de mi mente.

miércoles, 6 de mayo de 2020

La invisible pero indudable mano del Espíritu Santo

La invisible pero indudable mano del Espíritu Santo en el ministerio de Jesús es un tema que pocos conversos se han tomado el tiempo de reconocer e indagar. Yo no soy un exégeta ni considero mi conocimiento suficiente pero sí que soy un tipo curioso y con ganas de reflexionar.

Tenemos a Jesús, el Hijo de Dios, quien tuvo una comunión perfecta con el Padre y una sincronicidad (sobre)natural con el Espíritu Santo, y por el otro lado estamos nosotros, queriendo tener esa capacidad de andar en el Espíritu pero sin entender muy bien la parte de la comunión con Dios, nuestro estado real dentro del espectro de la nueva criatura y la adopción como hijos. 

No tenemos bien ubicado el proceso de transformación, ni cómo es, ni cómo se debería percibir. Con esas pautas borrosas es que muchos caminamos a tientas tratando de dejar de hacer lo que antes nos gustaba (sin entender sus implicaciones) para intentar, además de reprimir esto, de hacer cosas que no son naturales en nosotros y nos generan frustración, dolor y sensación de impotencia porque no logramos "controlarnos bajo las nuevas reglas".

Esto nos hace dudar, nos lleva a tratar de acomodar nuestro entendimiento bíblico a nuestra condición de incapacidad y volvemos a intentar hacer las cosas igual para encontrarnos con el mismo escenario una y otra vez como en un círculo vicioso que no nos deja avanzar. Quizás dé consuelo saber que otros están igual y momentáneamente obtenemos calma pero un día llegarán las preguntas "Esto es ser cristiano?", "Cuándo será que Dios va a cambiarme?".

La realidad es que Dios difícilmente nos va a cambiar sin que antes nos conozcamos a nosotros mismos. Pienso que Dios quiere que seamos testigos de nuestra condición inicial antes de evidenciar el cambio. Que reconozcamos todo lo que somos y tenemos que no encaja con lo que Dios quiere poner en nosotros, que se lo entreguemos, que veamos el proceso del Espíritu Santo al cambiar eso en nosotros y luego disfrutemos la libertad del proceso y el resultado con plena consciencia. 

Andar a ciegas en cuanto al proceso de Dios en nosotros nunca será el plan. Es como si cada vez que los discípulos llegaran a escenarios donde Jesús hizo maravillas el milagro estuviera ya hecho, no vieron el antes y tuvieron que creer por fe el después. Se hubieran perdido el contexto y por ende nunca les hubiera entrado en la cabeza el tipo de poder y autoridad que él mostraba.

Hoy nosotros buscamos o pretendemos que Dios nos cambie sin más, no entendemos que incorporar lo que Dios tiene para nosotros no se trata de "magia" ni de oraciones intercesoras caza-demonios o siquiera de ataduras temáticas. Se trata de vernos, reconocer nuestra incapacidad de hacer un cambio agradable a Dios, reconocer que somos hijos por pura gracia y amor, pedir que el Espíritu Santo traiga luz hasta lo profundo (cosa que nosotros no podemos hacer por nuestras capacidades) y darle el "permiso" para operar a corazón abierto, y así dejar de frustrarnos porque "la carne es débil". Pasaremos a ser espectadores activos del cambio, gozar cada avance y no sentir juicio en cada error porque ahora equivocarse ya no resulta en culpa, sino en aprendizaje. Y en esa actitud podemos ver a Cristo en nosotros, al ser compasivos con nuestro proceso interno así como con el proceso de otros.

Cada vez más cerca de entender y andar con libertad en esa relación de padre e hijo, cada vez más sincronizado con lo que el Espíritu Santo está haciendo internamente y, por tanto, reflejando cada vez mas la compasión de Cristo al mundo.

Utópico? No, si empezamos hoy por el principio...

No hay comentarios:

Publicar un comentario