En primer lugar, somos pecadores (personas que fallan al no poner a Dios primero en sus intenciones, obras, pensamientos, corazón etc.) en un mundo que facilita y estimula que nos centremos en nosotros mismos, y con el peso de saber que la perfección es utópica si dependiera exclusivamente de nosotros.
Segundo, hay un Dios Todopoderoso, creador, que es el amor y a su vez es justicia, que es gracia y juicio, que amó darle a su creación libertad para forjar su destino pero odia la marcada separación de Él que tenemos en nosotros mismos por nuestra condición (eso de querer ser como Dios... no funcionó bien para Adán y Eva, no funciona para nosotros tampoco).
Ese Dios que ha tendido lazos constantemente con el ser humano y no ha recibido mayor respuesta, tuvo la idea de "patear el tablero" enviando a Su Hijo Jesús para ser el que medie como puente entre El y el ser humano a fin de recuperar la unidad entre ambos. Eso si, el costo fue el sacrificio cruel de un inocente. Pero la buena noticia fue lo ganado por medio de ese sacrificio.
La acción directa del Espíritu Santo en el pueblo comenzó inmediatamente después de la ascensión de Cristo al cielo, y desde ahí nuestra historia ha vivido las consecuencias de prestar atención (o no) a esa fuerza divina que busca rescatar corazones donde habitar.
Todo lo escribí para explicar que esta historia no ha dependido nunca de nosotros. No somos los protagonistas. Somos parte del reparto, uno que generalmente no sabe seguir el guión ya escrito, le ha agregado sus ideas, o lo ha interpretado de manera deficiente. Hemos confundido nuestro rol por nuestras ganas de escribir esta obra a nuestra conveniencia. Pero dejémoslo así por ahora...
La realidad es que Jesús está frente al Padre en estos momentos y seguramente está defendiéndonos porque, siendo honestos, no paramos de pecar y ofender a Dios. El Espíritu Santo trabaja en nosotros de maneras extraordinarias pero aún así a veces lo "cansamos" o dejamos triste, y todo porque no terminamos de entender nuestra condición. Entonces, por qué pretendemos ser perfectos frente a otros? Por qué no reconocemos la maravilla de que Dios está tan interesado en estar con nosotros que ha hecho y sigue haciendo todo lo que nosotros no logra(re)mos hacer para estar cerca de El?
Más allá... Por qué nos queremos engañar entre nosotros intentando tener apariencia de perfección? Metemos a otros en ese juego de hipocresía y al final somos peores que "los de afuera", porque le mentimos a los demás pero peor aún, nos engañamos a nosotros mismos. Si. Genuinamente vivimos en un engaño. Una imagen distorsionada de nosotros mismos y de nuestra realidad como personas imperfectas.
Si fuéramos capaces de lograr la perfección por puro esfuerzo, para qué necesitamos a Cristo como nuestro defensor? Para qué tener al Espíritu Santo en nosotros? Para qué está la gracia de Dios? Porque me quedo pensando en que esta postura niega la gracia y da pie a la idolatría del modelo, al legalismo recalcitrante y al autoritarismo por mérito. Y es a donde estamos llegando hoy en día.
Si llegaste hasta acá te agradezco. Si el razonamiento te parece lógico, proponé este tipo de conversación con amigos en tu comunidad de fe. Es un buen disparador del debate. Si tenés comentarios, objeciones o críticas, ahí está la caja de comentarios, servite.
Una última cosa. Este pensamiento no fue desarrollado solo por leer y leer. Acá hay mucho tiempo de reflexión, de lágrimas, de búsqueda de entender... Y todo fue saliendo porque hay que prestar más atención al guión y bajar las revoluciones al asimilarlo.
Gracias por tu tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario