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miércoles, 18 de enero de 2023

La comodidad de idolatrar lo imperfecto

Estoy pensando mucho acerca de cómo la gente, el ser humano, necesita de un referente o líder para hacer las cosas. En la casa, en el trabajo, en los estudios, y hasta en la iglesia.

Increíblemente no está interiorizado en los creyentes el concepto de la responsabilidad en la santificación personal. Esto de que, finalmente, cuando te pares frente a Dios, no te va a preguntar qué hizo tu pastor o tus líderes por tu fe. Te va a preguntar a vos, por vos y lo que vos hiciste por tu vida de fe (y por extensión, por la vida de otros).

El corazón del ser humano es una fábrica de crear y seguir ídolos según Calvino. Ese señor no me cae tan bien, pero en eso tiene mucha razón. Y es que resulta ser más fácil pedirle a alguien a quien le das cierta autoridad sobre tu vida que se encargue de "alimentarte espiritualmente" antes que tomar la responsabilidad de hacerlo por tu cuenta. Es fácil responsabilizar a esa persona si las cosas no te salen bien, porque vos hacés "lo que te dicen", y si no te va bien, es por su culpa (aunque, generalmente nunca se culpa a estos líderes manipuladores de desgracias ajenas).

La cosa es que, de darle ese manto de autoridad a alguien, a endiosarlo y ser un esbirro, hay un trecho que apela a ese corazón idólatra. Y la culpa (por decirle así) ya no es tanto del líder, sino "del que le rasca el lomo". Por eso hay tanta gente que se va de las iglesias, y muchos abandonan la fe, cuando un líder cae, falla o hiere a las personas. Se sienten engañados por Dios, cuando realmente lo que experimentaron es el desengaño de los ídolos fallidos que sus corazones se crearon.

Porque muchos, en el engaño invirtieron mucho de su tiempo, de su fe y de su dinero. Los corazones se rompen y la fe se apuñala cuando un líder hace "una caballada". Yo gritaría en cada ocasión de esas: "Dios NO ES ese líder, repito, Dios NO ES ese líder" o "ese líder no es como Jesús en esto, Jesús sí es perfecto". Pero la fe de la gente normalmente está puesta en las capacidades y los talentos de las personas antes que en la capacidad y el poder del Espíritu Santo para hacer algo con el pueblo de Dios, o con ellos mismos.

Será cosa de seguir insistiendo en guardar el corazón de generar ídolos de quienes lideran; de responsabilizarnos de nuestra vida de fe; de cuestionar cada tanto si la fe está puesta en Jesús o en un hombre, salario, exámen médico, etc; si hago caso o me meto sin pensar en las cosas que dicen en la iglesia (porque hay bendición en obedecer a la autoridad); y puedo seguir...

Quisiera estar más atento a mi propio corazón. Quisiera ver a otros luchando conmigo en esa misma situación. No hemos tomado las mejores decisiones de quiénes nos influyen y hasta dónde les permitimos hacerlo. Hay que entrarle.

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